Leyendo el Nietzsche de Gilles: Segundo aspecto del eterno retorno, como pensamiento ético y selectivo







Sin sentirlo ni conocerlo, un devenir-activo sólo puede ser pensado como el producto de una selección. Doble selección simultánea: de la actividad de la fuerza, y de la afirmación en la voluntad. Pero, ¿quién puede operar la selección? ¿Quién hace de principio selectivo? Nietzsche responde: el eterno retorno. Hace un instante objeto de hastío, el eterno retorno sobrepasa el hastío y hace de Zarathustra un «convaleciente», un «consolado». Pero, ¿en qué sentido es selectivo el eterno retorno? Primero, porque, a título de pensamiento, da una regla práctica a la voluntad. El eterno retorno da una regla a la voluntad tan rigurosa como la regla kantiana. Hemos observado que el eterno retorno, como doctrina física, era la nueva formulación de la síntesis especulativa. Como pensamiento ético, el eterno retorno es la nueva formulación de la síntesis práctica: Lo que quieres, quiérelo de tal manera que quieras también el eterno retorno. «Si, en todo lo que quieres hacer, empiezas por preguntarte: ¿estoy seguro de que quiero hacerlo un número infinito de veces?, esto será para ti el centro de gravedad más sólido». Una cosa en el mundo le repugna a Nietzsche: las pequeñas compensaciones, los pequeños placeres, las pequeñas alegrías, todo lo que es concedido una vez, sólo una vez. Todo lo que sólo puede volver a hacerse al día siguiente a condición de haber dicho el anterior: mañana ya no lo haré más - todo el ceremonial del obseso. Y de esta manera nos parecemos a esas viejas señoras que sólo se permiten un exceso una vez, actuamos como ellas y pensamos como ellas. « ¡Ay! ¿Por qué no os deshacéis de todos esos querer-a-medias, por qué no os decidís por la pereza como por la acción? ¡Ay! Porque no comprendéis mi palabra: haced siempre lo que queráis, pero primero sed de los que pueden querer». Una pereza que querría su eterno retorno, una tontería, una bajeza, una cobardía, una maldad que querrían su eterno retorno: ya no sería la misma pereza, ya no sería la misma tontería... Vamos a ver un poco mejor como el eterno retorno opera aquí su selección. Es el pensamiento del eterno retorno quien selecciona. Hace del querer algo eterno. El pensamiento del eterno retorno elimina del querer todo lo que cae fuera del eterno retorno, hace del querer una creación, efectúa la ecuación querer= crear. Es evidente que semejante selección está por debajo de las ambiciones de Zarathustra. Se contenta con eliminar ciertos estados reactivos, ciertos estados de fuerzas reactivas entre los menos desarrollados. Pero las fuerzas reactivas que, a su manera, van hasta el final de lo que pueden, y que hallan un potente motor en la voluntad nihilista, se resisten a la primera selección. Lejos de caer fuera del eterno retorno, entran en el eterno retorno y parece regresar con él. Por ello hay que atenerse a una segunda selección, muy distinta de la primera. Pero esta segunda selección ataca las partes más oscuras de la filosofía de Nietzsche, y forma un elemento casi iniciático en la doctrina del eterno retorno. Tendremos que conformarnos, pues, con hacer sólo una recensión de lo temas de Nietzsche, sin prejuicio de desear para más adelante una explicación conceptual detallada. 1.º ¿Por qué al eterno retorno se le llama «la forma desmedida del nihilismo»? Y, si el eterno retorno es la forma desmedida del nihilismo, éste, por su parte, separado o abstraído del eterno retorno, es siempre en sí mismo un «nihilismo incompleto»: por muy lejos que vaya, por muy poderoso que sea. Únicamente el eterno retorno hace de la voluntad nihilista una voluntad completa y total; 2.º Ocurre que la voluntad de la nada, tal como la hemos estudiado hasta ahora, nos ha sido presentada siempre en su alianza con las fuerzas reactivas. En esto consistía su esencia: negaba la fuerza activa, conducía a la fuerza activa a negarse, a volverse contra sí misma. Pero, al mismo tiempo, fundaba la conservación, el triunfo, el contagio de las fuerzas reactivas. La voluntad de la nada era el devenir-reactivo universal, el devenir-reactivo de las fuerzas. He aquí, pues, en qué sentido el nihilismo en sí mismo es siempre incompleto: hasta el ideal ascético es lo contrario de lo que se cree, «es un expediente del arte de conservar la vida»; el nihilismo es el principio de conservación de una vida débil, disminuida, reactiva; la depreciación de la vida, la negación de la vida, forman el principio a cuya sombra la vida reactiva se conserva, sobrevive, triunfa y se hace contagiosa; 3.º ¿Qué sucede cuando la voluntad de la nada se refiere al eterno retorno?Solamente en este caso rompe su alianza con las fuerzas reactivas. Únicamente el eterno retorno hace del nihilismo un nihilismo completo, porque hace de la negación una negación de las propias fuerzas reactivas. El nihilismo, por y en el eterno retorno, ya no se expresa como la conservación y la victoria de los débiles, sino como la destrucción de los débiles, su auto-destrucción. «Esta desaparición se presenta bajo el aspecto de una destrucción, de una selección instintiva de la fuerza destructora... La voluntad de destruir, expresión de un instinto todavía más profundo que la voluntad de destruirse: la voluntad de la nada». Por eso Zarathustra, desde el prólogo, canta a «aquél que quiere su propio ocaso»; «porque quiere parecer», «porque no quiere conservarse», «porque franqueará el puente sin titubear». El prólogo de Zarathustra contiene algo así como el secreto prematuro del eterno retorno; 4.º No hay que confundir el volverse contra sí mismo con esta destrucción de sí mismo, esta auto-destrucción. En el volverse contra sí mismo, proceso de la reacción, la fuerza activa se convierte en reactiva. En la autodestrucción son las propias fuerzas reactivas las negadas y conducidas a la nada. Por eso se denomina a la auto-destrucción una operación activa, una «destrucción activa». Ésta, y solamente ésta, es la que expresa el devenir-activo de las fuerzas: las fuerzas devienen activas en la medida en que las fuerzas reactivas se niegan, se suprimen en nombre del principio que, hasta hace poco, aseguraba su conservación y su triunfo. La negación activa, la destrucción activa, es el estado de los espíritus fuertes que destruyen lo que hay de reactivo en ellos, sometiéndolo a la prueba del eterno retorno, y sometiéndose ellos mismos a esta prueba, sin prejuicio de querer su ocaso; «es el estado de los espíritus fuertes y de las voluntades fuertes, no les es posible atenerse a un juicio negativo, la negación activa se apodera de su naturaleza profunda». Ésta es la única forma en que las fuerzas reactivas devienen activas. Y más aún: he aquí que la negación, al hacerse negación de las propias fuerzas reactivas, no es solamente activa, sino que está como transmutada. Expresa la afirmación, expresa el deveniractivo como poder de afirmar. Nietzsche habla entonces de «la eterna alegría del devenir, esta alegría que lleva aún en ella la alegría del aniquilamiento»; «la afirmación del aniquilamiento de la destrucción lo que hay de decisivo en una filosofía dionisíaca...»; 5.º La segunda selección en el eterno retorno consiste pues en esto: el eterno retorno produce el devenir-activo. Basta relacionar la voluntad de la nada con el eterno retorno para darse cuenta de que las fuerzas reactivas no regresan. Por muy lejos que vayan y por muy profundo que sea el devenirreactivo de las fuerzas, las fuerzas reactivas no regresarán. El hombre pequeño, mezquino, reactivo, no regresará. Por y en el eterno retorno, la negación como cualidad de la voluntad de poder se transmuta en afirmación, se convierte en afirmación de la propia negación, se convierte en un poder de afirmar, en un poder afirmativo. Esto es lo que Nietzsche presenta como la curación de Zarathustra, y también cómo el secreto de Dionysos: «El nihilismo vencido por él mismo», mediante el eterno retorno. Y esta segunda selección es muy distinta de la primera: ya no se trata de eliminar del querer, por el simple pensamiento del eterno retorno, lo que cae fuera de este pensamiento; se trata, por el eterno retorno, de hacer entrar en el ser lo que no podría entrar sin cambiar de naturaleza. No se trata ya de un pensamiento selectivo, sino del ser selectivo; porque el eterno retorno es el ser, y el ser es selección. (Selección =jerarquía).

Lectura anterior: Ambivalencia del sentido y de los valores
Próxima lectura: El problema del eterno retorno

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Gilles y Félix


Mil mesetas

Bibliografía de Gilles Deleuze en castellano

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